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2020/10/05 Arturo Ignacio Siso Sosa: El poder de un toque humano

2020/10/05 Arturo Ignacio Siso Sosa: El poder de un toque humano
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Vinoth Ch. estaba leyendo la siguiente historia, escrita por Henry L. en lifeofhope.com, y me pareció una historia muy interesante. ¿Cómo las personas en el mundo de hoy están solas, tristes y realmente sufriendo? Qué alentador y edificante sería si nos tomáramos el poco tiempo para darle a ese amigo nuestro, un simple abrazo, una palmada en la espalda, o simplemente abrazarlo y hacerle saber cuánto lo ama y lo cuida. Después de leer este cuento, creo que sabrá a qué me refiero.

Durante las dos primeras décadas de este siglo, un gran número de bebés menores de un año se consumieron en hospitales e instituciones infantiles y murieron por causas desconocidas. En algunas instituciones se acostumbraba incluir la condición de todos los bebés gravemente enfermos como «desesperados» en las tarjetas de admisión.

Entre los médicos que se enfrentaban diariamente a la mortalidad infantil se encontraba el Dr. Fritz Talbot, de la Clínica Infantil de Dusseldorf. El Dr. Talbot tuvo un éxito poco común al tratar con niños enfermos. Durante muchos años, mientras hacía sus rondas, los grupos de internos lo seguían de sala en sala en busca de nuevas formas de tratar las enfermedades de los niños.

Uno de esos internos fue el Dr. Joseph Brennermann, quien contó esta historia.

“Muchas veces nos encontrábamos con un niño al que todo le había fallado. Por alguna razón, el niño se estaba consumiendo irremediablemente. Cuando esto sucedía, el Dr. Talbot tomaba la historia clínica del niño y garabateaba una receta indescifrable. En la mayoría de los casos, la fórmula mágica hizo efecto y el niño comenzó a prosperar. Mi curiosidad se despertó y me pregunté si el famoso médico había desarrollado algún nuevo tipo de droga maravillosa.

“Un día, después de las rondas, regresé a la sala e intenté descifrar los garabatos del Dr. Talbot. No tuve suerte, así que me volví hacia la enfermera jefe y le pregunté cuál era la receta.

La Sra. Anna…, dijo. Luego señaló a una abuela sentada en una gran mecedora con un bebé en su regazo. La enfermera continuó: “Siempre que tenemos un bebé por el que todo lo que pudimos hacer ha fallado, se lo entregamos a la Sra. Anna. Tiene más éxito que todos los médicos y enfermeras de esta institución juntos ‘”.

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